... Cómo en casa

El reloj de la centenaria Iglesia había anunciado las doce y media del mediodía. Puntual, nuestro Presidente daba la bienvenida a un público que abarrotaba la aromada estancia.

Poco antes, nuestro Alberto, y de forma natural y tranquila escuchaba atento los acordes de “Tus Dolores son mis Penas” que de manera magistral interpretaba el dúo Amoenus. El timbre de voz del Presidente denotaba lo que ya iba a ser una alocución histórica para guardar en el libro de nuestra Asociación, ya que este año ha sido el último, para una Junta Directiva, sencillamente genial. Una vez concluida la emotiva disertación, y a la vez que Guillermo, Pregonero Íntimo del año pasado, iba desgranando las virtudes cofrades del Orador, en el semblante de éste ya se presagiaba lo que a continuación sucedió.

Y comenzó la historia de Alberto.

Porque, lejos de parecer un Pregón normal, más pareció una preciosa historia versada durante una mañana de cuaresma. Nos dejó la impresión de que estábamos como en casa. Tuvo a todos presente y presentes para todos.

La perfecta belleza de una Semana en Sevilla pasó durante unos minutos por la mente de todos ante la juguetona mirada de su hijo. La pasión desbordada, la extraña melancolía que dejan los que se fueron, las íntimas vivencias de una buena persona que vive entre un ruán negro que cambió un Lunes Santo por un rato de solidaridad impagable con los suyos, y un terciopelo de madrugada tan abigarrado a su cuerpo como la fragancia a canela y clavo de la que lleva presumiendo 25 años y que no extraña a quién bien lo conoce.

Y en un abrir y cerrar de ojos, volvió a sonar el carillón de la centenaria Iglesia, justo una hora después. Un sueño que duró una hora, una hora de ensueño.

Carmelo Cuevas